Cuando era pequeña recuerdo que quería ser veterinaria, ya que desde siempre me han encantado los animales, hasta que un día un desafortunado documental de un parto de una vaca me hizo darme cuenta de que no.

Entonces fue cuando decidí que quería ser medico, ya que mi vocación era poder ayudar y a esa edad lo único que conocía que realmente ayudará en salud era ser medico. Cuando fuí creciendo me di cuenta que realmente la medicina no era lo que realmente me llamaba la atención, me atraía el trato con la gente, el poder ayudar mano a mano, el día a día. Entonces fue cuando por primera vez en 4º ESO oí hablar de la fisioterapia, esa gran olvidada. Empecé a informarme más sobre esta materia y entonces fue cuando conocí la fisioterapia neurológica y sin saber como explicarlo supe que era a lo que quería dedicar mi vida. Dicen “trabaja de lo que te gusta y no trabajaras nunca”, y ahí lo supe.

Año tras año de carrera fuí descubriendo las inmensas ramas que abarca la fisioterapia y enamorándome cada vez más de ella. El poder ayudar con mi grano de arena a mejorar la calidad de vida de muchas personas, el agradecimiento, el vínculo que se forma entre terapeuta-paciente. Y aún más ese amplio mundo de la neurología, con todos sus fascinantes componentes. Por lo que decidí continuar mis estudios con el master de fisioterapia neurológica, y de la rama de la cual quiero seguir descubriendo para poder acompañar en ese proceso de recuperación y, a veces con pesar, simplemente acompañar e intentar luchar lo más posible contra esas enfermedades que te cambian la vida de un día a otro.

 

 

 

La fisioterapia es la ciencia que da vida a los años”